miércoles, 18 de julio de 2007

Relato 14

Recuerdo que con unos 4 años yo quedaba encerrado en casa junto con una hermana que tenia dos años menos que yo. Mis padres marchaban por la mañana a las 8 menos cuarto para trabajar a casa de los labradores que había por allí cerca. Paraban para comer a las doce y después de comer descansaban un rato hasta las dos para terminar la jornada y en ese tiempo del descanso venían a darnos de comer a nosotros.

Cuando me cansaba de dormir me marchaba de casa, salendo una ventana pequeña que había en una cuadra, ya que por la puerta no podía salir pues quedaba cerrada con llave. Como no llegaba a la ventana, ponía un banco que llevaba de la cocina. Para entrar subía escalando por la pared de piedra y barro.

Pero un buen día mi padre vino antes de comer y me cazó fuera. Al entrar y no verme en casa se puso a buscarme y cuando vio el banco en la cuadra sacó sus conclusiones. Al final me gané una buena paliza y mi padre coloco un hierro en medio del ventanuco para que no pudiera volver a salir.

Los domingos por la tarde, mi padre y mi madre iban a la feria que había a unos 7 kilómetros de casa. Ellos marchaban sobre las 12 dejándonos la comida preparada. Lo único que teníamos que hacer por la tarde era sacar un par de vacas que quedaban en la cuadra. Nosotros las sacábamos a un campo que había y jugábamos al fútbol, después íbamos a pasar un rato junto a un regato pequeño que había allí. El regato era pequeño y estrecho y nos poníamos a saltarlo. En algunos sitios era mas ancho de lo que nosotros saltábamos pero como apostábamos a ver quien lo saltaba muchas veces terminábamos todos mojados. Terminábamos el día recogiendo las vacas y yéndonos a casa a prender el fuego y secar la ropa y los zuecos. Cuando no los dejábamos secos y nuestro padre lo veía, paliza segura.

En una ocasión con 5 años, mi hermano mayor con 9 años y yo fuimos a buscar un ferrado de harina al molino a un pueblo que estaba a 6 kilómetros del nuestro. Fuimos por la tarde con suficiente tiempo para ir y venir de día. Pero cuando llegamos al molino aún esta el maíz sin moler y el molinero nos dijo que si esperábamos nos lo molía en ese momento. Cuando terminó cogimos la harina y pusimos rumbo a casa pero antes de llegar se nos hizo noche y no sé el porqué no llegamos a casa. Dormimos en un monte arrimados a un muro al lado de unas casas que había junto al camino y supongo que a mi hermano le entro miedo pues de otra manera no lo puedo entender, nos faltaban 15 minutos para llegar a casa.

Mi hermano tenia cerillas pues me supongo que ya fumaría como casi todos los chavales a esa edad. Fumaban tabaco si lo tenían y sino felecho o hojas de figal o barbas de maíz.

El caso es que mi hermano iba a por paja allí a un palleiro que había pegado al camino y la ataba en manojos y prendía una cerilla y mientras duraba el fuego nos calentábamos y cuando se acababa iba por más y así estuvimos no se hasta que hora "en algún momento nos quedamos dormidos y por la mañana cuando se empezó a ver cogimos camino para casa".

También recuerdo el día que fuí con mis padres a la feria un domingo y llevamos una vaca y la vendimos. La feria, como ya comenté, estaba a unos 7 kilómetros de casa, 5 de ellos por carretera y otros dos por camino de carro.

A la salida del campo de la feria a unos 700 metros había una cuesta bastante pronunciada y yo me fui andando delante de los demás con la idea de poder montar en algún camión de los que pasaban, algunos con ganado y otros sin nada, y cuando paso uno cargado de xatos conseguí subirme a él.

Cuando pasó por donde yo tenia que coger el camino me bajé. Pero yo nunca me había subido a ninguno hasta ese día y no sabia que para bajarse había que guardar unas normas que eran fundamentales para no hacerse daño. Lo primero, había que bajarse en una cuesta arriba, y lo segundo, agarrarse al camión y seguir corriendo y soltarse y seguir corriendo para no caer en la carretera, pero como yo esto lo ignoraba pues me solté sin más pensando que me iba quedar plantado.

Pero ocurrió todo lo contrarió el primer error fue que me baje en una cuesta abajo y lo segundo que me solté sin más, y caí y fui arrastrándome por la carretera. Cuando paré las mangas de la chaqueta y los pantalones por las rodillas se hicieron añicos y parte de la piel también.

Y con todo el dolor me fui para casa. Cuando llegaron mis padres yo ya no aguantaba de dolor por los rasguños, a la vez que pensaba en la paliza que me esperaba por haber destrozado la ropa. Efectivamente, cuando mi padre me vió me mandó ir a buscar la ropa. Cuando la vio me dio una zurra que para que te cuento.

Despues de darme la zurra me mandó ir a la cama sin cena. Yo la cena era lo de menos pues con el dolor que sufría no tenía ni gana, pero recuerdo con toda claridad que pasé una noche de perros por el dolor de las heridas de la aventura y por los palos que me dio mi padre. Recuerdo que el culo me hervía.

También recuerdo que un año después de este caso, un día por la tarde, yo estaba alindando las vacas en una braña que había muy cerca de casa. No había más de 800 metros desde casa, era el mes de julio. Y ocurrió que vino una neblina y en un abrir y cerrar de ojos se cerró totalmente y no se veía nada.

Y yo recuerdo que veía delante de mi algo que supongo que era un pino y me entró un miedo tan grande que no podía moverme.

Tiritaba de frió y mi padre vino en busca de mi llamándome a gritos, pero yo bien lo sentía pero no podía ni moverme ni hablar porque con aquella sombra que veía delante de mí, pensaba que era un lobo y que si me movía o hablaba me comía.

Mi padre encontró las vacas y las llevó para casa y fue a casa de los vecinos a preguntar si me habían visto. En vista de que no sabían nada de nada salieron todos a buscarme, pero no me encontraron. Yo bien los sentí porque pasaron cerca de mi pero seguía tan paralizado por el miedo y allí estuve toda la noche hasta que la luz de la mañana me mostró que la sombra que veía no era el lobo sino un pino pequeño y me fui corriendo para casa.

Hay una anécdota que me pasó teniendo 12 años. Tenía yo la costumbre de ir a recoger las varillas de los cohetes que se echaban los días de la fiesta a la salida de misa y por la noche al final de las verbenas.

No era yo solo, eran muchos los chavales que lo hacían, pero este día eran las fiestas de San Roque, el 16 de agosto, y al final de verbena echaron una serie de cohetes como era de costumbre. Todos los chavales que nos dedicábamos a correr detrás de las dichosas varillas habíamos tomado posiciones como siempre, y resuta que uno de los cohetes falló. Cuando iba subiendo todavía, de repente, dio la vuelta y vino hacia abajo. Todos corrimos a por la varilla del cohete, que al caer al suelo cogió marcha en una dirección, y nosotros detrás de él. No corría mucho y lo alcanzamos rápidamente. Yo fui el primero que agarró la varilla y en ese momento explotó. A partir de ese momento yo no me recuerdo de nada más solo recuerdo lo que me contaron la gente que me recogió y me llevo al Doctor. A mi y a los demás que les afecto la explosión.

El Doctor vivía allí mismo a 50 metros y era compañero de caza de mi padre. Cuando años más tarde cumplí los 18 años y saqué la licencia de caza, salíamos juntos mi padre, el Doctor y yo y recuerdo que me contaban que aquel día naciera de nuevo.


Por último, recuerdo que una vez que fuimos mi hermana, mi padre y yo a recoger una carga de piñas a un pueblo que estaba a 25 kilómetros de casa, estuvimos 3 días para coger la carga, durmiendo en el carro y comiendo a base de pan y agua. El 4º día cargamos el carro y emprendimos el camino para casa. Cuando llevábamos caminando unos 4 kilómetros se nos rompió el eje del carro por el buje de una rueda. El carro se cayó al suelo y la rueda se nos fue para la cuneta. Tuvimos que descargar todo del carro para poder sacar la otra rueda y que mi padre puediera coger todo el eje y se dirigió en caballo a la población de Carballo que distaba unos 18 kilómetros de donde estábamos en ese momento. Cuando regresó con el eje reparado ya estaba comenzando a ser de noche, montamos el carro y cargamos las piñas. Cuando terminamos ya hacía una hora que se había hecho de noche, esto era en el mes de septiembre, y partimos hacia casa, donde llegamos a las 8 de la mañana.

1 comentario:

Pilar dijo...

Es el único relato que he leído y ya me hizo registrarme sólo para decir que muy mal por parte del doctor, de su padre y de usted mismo por cazar PARA DIVERSIÓN. Bochornosa acción cuando usted era niño, ahora y siempre. El hombre primitivo cazaba para sobrevivir no para llenar las horas de ocio. Esa es la evolución que hemos tenido.