miércoles, 18 de julio de 2007

Relato 14

Recuerdo que con unos 4 años yo quedaba encerrado en casa junto con una hermana que tenia dos años menos que yo. Mis padres marchaban por la mañana a las 8 menos cuarto para trabajar a casa de los labradores que había por allí cerca. Paraban para comer a las doce y después de comer descansaban un rato hasta las dos para terminar la jornada y en ese tiempo del descanso venían a darnos de comer a nosotros.

Cuando me cansaba de dormir me marchaba de casa, salendo una ventana pequeña que había en una cuadra, ya que por la puerta no podía salir pues quedaba cerrada con llave. Como no llegaba a la ventana, ponía un banco que llevaba de la cocina. Para entrar subía escalando por la pared de piedra y barro.

Pero un buen día mi padre vino antes de comer y me cazó fuera. Al entrar y no verme en casa se puso a buscarme y cuando vio el banco en la cuadra sacó sus conclusiones. Al final me gané una buena paliza y mi padre coloco un hierro en medio del ventanuco para que no pudiera volver a salir.

Los domingos por la tarde, mi padre y mi madre iban a la feria que había a unos 7 kilómetros de casa. Ellos marchaban sobre las 12 dejándonos la comida preparada. Lo único que teníamos que hacer por la tarde era sacar un par de vacas que quedaban en la cuadra. Nosotros las sacábamos a un campo que había y jugábamos al fútbol, después íbamos a pasar un rato junto a un regato pequeño que había allí. El regato era pequeño y estrecho y nos poníamos a saltarlo. En algunos sitios era mas ancho de lo que nosotros saltábamos pero como apostábamos a ver quien lo saltaba muchas veces terminábamos todos mojados. Terminábamos el día recogiendo las vacas y yéndonos a casa a prender el fuego y secar la ropa y los zuecos. Cuando no los dejábamos secos y nuestro padre lo veía, paliza segura.

En una ocasión con 5 años, mi hermano mayor con 9 años y yo fuimos a buscar un ferrado de harina al molino a un pueblo que estaba a 6 kilómetros del nuestro. Fuimos por la tarde con suficiente tiempo para ir y venir de día. Pero cuando llegamos al molino aún esta el maíz sin moler y el molinero nos dijo que si esperábamos nos lo molía en ese momento. Cuando terminó cogimos la harina y pusimos rumbo a casa pero antes de llegar se nos hizo noche y no sé el porqué no llegamos a casa. Dormimos en un monte arrimados a un muro al lado de unas casas que había junto al camino y supongo que a mi hermano le entro miedo pues de otra manera no lo puedo entender, nos faltaban 15 minutos para llegar a casa.

Mi hermano tenia cerillas pues me supongo que ya fumaría como casi todos los chavales a esa edad. Fumaban tabaco si lo tenían y sino felecho o hojas de figal o barbas de maíz.

El caso es que mi hermano iba a por paja allí a un palleiro que había pegado al camino y la ataba en manojos y prendía una cerilla y mientras duraba el fuego nos calentábamos y cuando se acababa iba por más y así estuvimos no se hasta que hora "en algún momento nos quedamos dormidos y por la mañana cuando se empezó a ver cogimos camino para casa".

También recuerdo el día que fuí con mis padres a la feria un domingo y llevamos una vaca y la vendimos. La feria, como ya comenté, estaba a unos 7 kilómetros de casa, 5 de ellos por carretera y otros dos por camino de carro.

A la salida del campo de la feria a unos 700 metros había una cuesta bastante pronunciada y yo me fui andando delante de los demás con la idea de poder montar en algún camión de los que pasaban, algunos con ganado y otros sin nada, y cuando paso uno cargado de xatos conseguí subirme a él.

Cuando pasó por donde yo tenia que coger el camino me bajé. Pero yo nunca me había subido a ninguno hasta ese día y no sabia que para bajarse había que guardar unas normas que eran fundamentales para no hacerse daño. Lo primero, había que bajarse en una cuesta arriba, y lo segundo, agarrarse al camión y seguir corriendo y soltarse y seguir corriendo para no caer en la carretera, pero como yo esto lo ignoraba pues me solté sin más pensando que me iba quedar plantado.

Pero ocurrió todo lo contrarió el primer error fue que me baje en una cuesta abajo y lo segundo que me solté sin más, y caí y fui arrastrándome por la carretera. Cuando paré las mangas de la chaqueta y los pantalones por las rodillas se hicieron añicos y parte de la piel también.

Y con todo el dolor me fui para casa. Cuando llegaron mis padres yo ya no aguantaba de dolor por los rasguños, a la vez que pensaba en la paliza que me esperaba por haber destrozado la ropa. Efectivamente, cuando mi padre me vió me mandó ir a buscar la ropa. Cuando la vio me dio una zurra que para que te cuento.

Despues de darme la zurra me mandó ir a la cama sin cena. Yo la cena era lo de menos pues con el dolor que sufría no tenía ni gana, pero recuerdo con toda claridad que pasé una noche de perros por el dolor de las heridas de la aventura y por los palos que me dio mi padre. Recuerdo que el culo me hervía.

También recuerdo que un año después de este caso, un día por la tarde, yo estaba alindando las vacas en una braña que había muy cerca de casa. No había más de 800 metros desde casa, era el mes de julio. Y ocurrió que vino una neblina y en un abrir y cerrar de ojos se cerró totalmente y no se veía nada.

Y yo recuerdo que veía delante de mi algo que supongo que era un pino y me entró un miedo tan grande que no podía moverme.

Tiritaba de frió y mi padre vino en busca de mi llamándome a gritos, pero yo bien lo sentía pero no podía ni moverme ni hablar porque con aquella sombra que veía delante de mí, pensaba que era un lobo y que si me movía o hablaba me comía.

Mi padre encontró las vacas y las llevó para casa y fue a casa de los vecinos a preguntar si me habían visto. En vista de que no sabían nada de nada salieron todos a buscarme, pero no me encontraron. Yo bien los sentí porque pasaron cerca de mi pero seguía tan paralizado por el miedo y allí estuve toda la noche hasta que la luz de la mañana me mostró que la sombra que veía no era el lobo sino un pino pequeño y me fui corriendo para casa.

Hay una anécdota que me pasó teniendo 12 años. Tenía yo la costumbre de ir a recoger las varillas de los cohetes que se echaban los días de la fiesta a la salida de misa y por la noche al final de las verbenas.

No era yo solo, eran muchos los chavales que lo hacían, pero este día eran las fiestas de San Roque, el 16 de agosto, y al final de verbena echaron una serie de cohetes como era de costumbre. Todos los chavales que nos dedicábamos a correr detrás de las dichosas varillas habíamos tomado posiciones como siempre, y resuta que uno de los cohetes falló. Cuando iba subiendo todavía, de repente, dio la vuelta y vino hacia abajo. Todos corrimos a por la varilla del cohete, que al caer al suelo cogió marcha en una dirección, y nosotros detrás de él. No corría mucho y lo alcanzamos rápidamente. Yo fui el primero que agarró la varilla y en ese momento explotó. A partir de ese momento yo no me recuerdo de nada más solo recuerdo lo que me contaron la gente que me recogió y me llevo al Doctor. A mi y a los demás que les afecto la explosión.

El Doctor vivía allí mismo a 50 metros y era compañero de caza de mi padre. Cuando años más tarde cumplí los 18 años y saqué la licencia de caza, salíamos juntos mi padre, el Doctor y yo y recuerdo que me contaban que aquel día naciera de nuevo.


Por último, recuerdo que una vez que fuimos mi hermana, mi padre y yo a recoger una carga de piñas a un pueblo que estaba a 25 kilómetros de casa, estuvimos 3 días para coger la carga, durmiendo en el carro y comiendo a base de pan y agua. El 4º día cargamos el carro y emprendimos el camino para casa. Cuando llevábamos caminando unos 4 kilómetros se nos rompió el eje del carro por el buje de una rueda. El carro se cayó al suelo y la rueda se nos fue para la cuneta. Tuvimos que descargar todo del carro para poder sacar la otra rueda y que mi padre puediera coger todo el eje y se dirigió en caballo a la población de Carballo que distaba unos 18 kilómetros de donde estábamos en ese momento. Cuando regresó con el eje reparado ya estaba comenzando a ser de noche, montamos el carro y cargamos las piñas. Cuando terminamos ya hacía una hora que se había hecho de noche, esto era en el mes de septiembre, y partimos hacia casa, donde llegamos a las 8 de la mañana.

martes, 17 de julio de 2007

Relato Manuel - Cap. VI

Capítulo VII: El cine de la época


Antes de nada voy a referirme a través del cine para situarnos en la época de las películas quizás más conocidas por entonces, como ejemplo: “Robín de los bosques” por Errol Flin, “Colt 45”, “Murieron con las botas puestas”, etc. y no digamos de películas de Clark Gable, Ava Gadner, Lana Tarner con sus maravillosos peinados. También recuerdo alguna española: “Los últimos de Filipinas”, “Pequeñeces”, “María de la O”, “Nobleza baturra” y muchas más con Lola Flores e incluso con Miguel Ligero por decir alguno de los actores españoles, aunque me acuerdo de muchos más. De las inglesas quizás la que más, o al menos me impacto mucho fue “Las cuatro plumas”, que en su versión moderna ya no me gustó tanto. Iba sobre el imperio inglés en Sudán con la muerte del coronel Kitchener y las batallas con los mamelucos árabes, el inglés ciego y el transporte por el Nilo del barco del jeque árabe.



También nos llegaban películas argentinas con Luís Sandrini y mejicanas con Jorge Negrete, María Félix, Dolores del Río que iban sobre la revolución de Madero, Zapata y Pancho Villa. Entonces en España tenían mucho éxito las rancheras como “Jalisco no te rajes”, “La Paloma”, etc. Pedro Infante, Manzanero, etc. son posteriores. También nos llegaban películas de Vitorio de Sica, Silvana Mangano,


Mastroiani, La Lollobrigida (quien lo diría). Una de ellas fue que recuerde “Enterrada Viva”, un relato de la época de Garibaldi en Italia.

Bueno, como de cine creo que ya está bien, continúo con otros temas que les pueda hacer recordar si no es con cariño al menos con nostalgia, y no me refiero a la situación política de la cual habría para todos los gustos.

Canciones famosas como “La vie en Rose” de Edit Piaf. Aquí las canciones de Juanita Reina, Pepe Blanco, Carmen Morei, Lolita Sevilla, Lola Flores, Manolo Caracol, Marifé de Triana, etc. Y en zarzuela Redondo, como tenor. Sería exhaustivo mencionar a todos. Después vendría Antonio Molina, pero aún no conocía al más famoso de los tanguistas, el irrepetible Carlos Gardel cuando llegué a Avilés. Un recuerdo para el cine IRIS. Más adelante mencionaré a los buenos otros cines de entonces en los que pude disfrutar de otras muchas buenas películas que en cierta manera forman parte de la cultura como arte que es de los aficionados como me considero.

Manolo

Relato Manuel - Cap. IV

Capítulo IV: Avilés año 1.953

Este año fue cuando a mi padre le tocó coger los trastos y venir a trabajar a la nueva fabrica que ya empezaba producir. Está instalada en una zona que hace siglos había sido costa y sus bases se asentaban sobre arena de mar y pinares que también le llegó a ser útil para el desbaste del producto años después en el “Twin” y luego pasaba al “Puli”, donde el producto se pulía y después se pasaba a explotación donde se controlaban los defectos y se cortaban a medidas comerciales antes de embalar en cajas y cargar para el transporte, normalmente por carretera y ferrocarril.

Mi padre que tenía oficio artesano trabajó en el taller de mantenimiento donde con el tiempo yo trabajé unos años y que por tener la oportunidad de estudiar pasé a oficinas, también de mantenimiento. Los estudios que me permití hacer tenía de compañeros a los aprendices del taller para formar los futuros mecánicos y eléctricos que sustituyeran a los de origen y otros autóctonos también incorporados. Tengo en mente a todos los compañeros de entonces, varios de ellos ya no están entre nosotros, bien por ley natural o peor por enfermedad o accidente, que también los hubo.

Según un señor muy cualificado de Avilés, en general la gente que arribamos con la empresa y por la empresa siempre han dado muestras de ser buena gente. Prueba de ello es que hoy día están tan integrados que si no lo decimos no nos distinguen. A parte los que nos mezclamos casándonos entre autóctonos y autóctonas que con pequeñas diferencias por las circunstancias de la época limitaban en cierta medida nuestra llegada y convivencia cuando se trata de ligar en los bailes de Trasona, Villalegre, Candás, Luanco, Peñaullán; Salinas, e incluso Grado. Con los años este estado llegó a normalizarse para mejor.

Como ven en mi relato pretendo no pormenorizar y no personalizar para no herir susceptibilidades. Simplemente se trata de recordar las vivencias de una época.

Manolo

Relato Manuel - Cap. III

Capítulo III

Como prolongación del relato y antes de contar las circunstancias por las que “aterrizamos” muchos de los que hoy y ayer somos y fueron (D.E.P.) vecinos de Avilés, quiero referirme a la estancia con las consiguientes vivencias en la población a que me refiero. Los que por el mismo o parecido motivo también están o estuvieron en Avilés. Me refiero a los que nos dejaron. Un recuerdo nostálgico.

Creo en el derecho y deber de hacer justicia hablando y recordando mi vida en los años que las oportunidades me llevaron allí.

Como he dicho el clima era extremo (hoy dicen que ya no tanto). Las nevadas copiosas, “de metros” y a tal punto que en ocasiones nos contrataban para expalar en el ferrocarril que por allí pasaba y pasa, pero con menos frecuencia. Dicho ferrocarril aportaba alguna ganancia para los intrépidos que sabíamos sacarle partido, bien sea ayudando con el estraperlo, carbón o viajantes que circunstancialmente caían por allí, para llevar sus muestrarios de productos.

Llegada la tardía primavera, el campo de prados y el bosque cercano explotaban con una fuerza espléndida con árboles tales como hayas, robles y algún que otro acebo, avellanos y sobre todo en las solanas rosales silvestres, andrinos y zarzas de moras. Esto también contribuía a paliar cuando estaban en sazón (otoño) las ganas de comer ya que de frutales cultivados no era pródigo.

Como ven (mejor como leen) no todo era negativo. En los ríos había abundante pesca, en particular barbos y truchas y en verano cangrejos en abundancia y calidad.

Por razones de clima y estrategia la factoría se vio en la necesidad de cambiar de lugar (corrían los años 50 del siglo XX y los empleados de la fábrica fueron desfilando para construir otra en Avilés donde sus productos y las materias primas estuvieran más asequibles por la cercanía o bien por la comunicación más fácil por tierra y mar. Los lugareños que trabajaban en dicha fábrica y tenían alguna tierra de labranza o prados con algún que otro ganado vacuno, más bien se quedaron si además eran de cierta edad. Los que se encontraban en edad relativamente jóvenes 40-50 años, sin propiedades, que solo Vivian del sueldo y con hijos sin trabajo o pequeños, no dudaron en venir Asturias dado el mejor clima y oportunidades que ofrecía. Así que la mayoría nos vinimos cargando los pocos enseres que el “capitone” de Ángel Alayo la mayoría de los empleados de la nueva fabrica en Avilés: La Maruca, Cantos y Avda. de Lugo fue donde están construidas las viviendas de alojo a los nuevos avilesinos, hoy integrados totalmente y con nutrida descendencia y a plena satisfacción de los mismos así como de los autóctonos a pesar de las pequeñas diferencias y reminiscencias que hubo al principio.

En adelante, como espectador privilegiado, contaré las dificultades, para bien o para mal, las menos, que encontramos con respecto a la gente de aquí entonces, casi anecdóticas.

Manolo

Relato 07

Me llamo fini y vivo en Aviles pero soy natural de Carballo provincia de la Coruña. Llegue hace 51 años y viví con mis padres y mis hermanos en Valliniello.

A los 14 años empecé a coser en Avilés y desde Valliniello bajábamos andando, saliendo en las cercanías del puente azud, pues de aquella no había prácticamente industria. Pasábamos la ría en barca para la playa de San Balandrán. También desde el final de la ría los chavales pasaban nadando hasta la playa del espigón

Actualmente estoy casada y con 2 hijos mayores que prácticamente son independientes. Al tener más tiempo libre, me apunté a cursos para aprender un poco de informática, ¡ Y aquí estoy !

viernes, 13 de julio de 2007

Relato 04

"Cuando yo era niño…"

En un lugar de los picos de Europa de cuyo nombre quiero acordarme transcurrió mi niñez, permítanme que comience mi relato de esta manera pero a pesar de mi difícil niñez también conservo recuerdos agradables de mi infancia.

Mi niñez fue muy corta, mis amigos mas comunes eran las cabras, ovejas y vacas y mis juegos eran ir detrás de ellas, lo que hoy llaman correr campo a través. También aprendí a trepar por los picos en busca de algún animal que se me había quedado atrapado, lo que hoy llaman escalada, eso si, mi soga era las escobas y mis botas les madreñes.

El senderismo lo practicaba camino de la majada recorriendo varios kilómetros para ir a ver las vacas que subíamos al puerto en la primavera, las cataba y a veces hacía la manteca mientras esperaba a que amaneciera para volver a catarlas y bajar la leche y la manteca a casa, en esa excursión mi mochila era la zurra, la lechera el vallico ambos estaban hechos de la piel de cabrito que llevábamos a la espalda,

Después todavía me quedaba tiempo para el gimnasio pues me tenia preparada mi padre la guadaña para ir a segar con él al prao, eso si que era un buen gimnasio, allí si que se te desarrollaban los músculos a la vez que te ayudaba a perder peso sin pastillas ni régimen.

Así transcurrió mi niñez y mi adolescencia hasta que me incorpore al servicio militar, una vez licenciado con un futuro un poco incierto en mi pueblo me plantee salir a buscarme otra manera de vivir cosa que conseguí cuando aquí en Avilés me incorpore a una multinacional y aprendí un oficio que desempeñé hasta mi jubilación.

Aquí cree mi hogar y aquí en esta Villa Milenaria de adopción que tan bién me acogió sigo paseando por sus calles, su casco histórico, el paseo de la ría contemplando como han pasado los años por todo ello al mismo tiempo que por mi, pero lo miro con la misma ilusión que cuando lo vi por primera vez.

Relato 03

Entre los recuerdos más lejanos pero entrañables de mi infancia, emerge o está anclado con apabullante nitidez uno que con bastante frecuencia se pasea por mi mente y evoca una tarde de primavera cuando yo contaba entre siete u ocho años.

Eran días lluviosos de Abril que aprovechando una esclarecida de la lluvia y por las tardes acompañaba a mi padre a buscar heno recién cortado para echarlo en las pesebreras del establo antes de que el ganado volviese del campo.

Íbamos a un prado, en las afueras del pueblo, donde cada día mi padre segaba una porción del mismo, mientras yo correteaba y disfrutaba como solo una niña que se sentía querida podía hacerlo. Aquel olor de la hierba cortada, de las tardes grises, de la voz de mi padre, del borriquillo tirando por el carro cargado con el heno, del perro saltando poniéndome la ropa perdida con sus patas mojadas. El olor a campo lleno de florecillas, el murmullo del río con abundante agua en esa época del año...…colores, olores, sonidos y sentimientos bellísimos que ahora embargan de nostalgia mi espíritu aún de niña, que resiste el paso del tiempo, ya que el tiempo no existe, lo único permanente es el espíritu.

Relato 13

Yo y mi pluma


Aquí estoy, en la era contemplando la llanura, aunque no siempre fue asi:

Yo estaba en aquel lugar donde la gente que pasaba me miraba y me piropeaba: Qué bonito,qué elegante….o al menos eso pensaba, pues había allí también otros “congéneres” que podían muy bien ser los destinatarios de los halagos. El caso es que yo era feliz así.

Un día se acercó un hombre y después de mirarnos dijo a su acompañante. "Ese es el que yo quiero para mí, sí ese, el de la pluma" y fué entonces cuando supe con certeza que se refería a mi, pues de todo los que allí estábamos sólo yo la tenia.

Entró en el local, me cogió con su mano, me llevó con él a su casa y me guardó en un armario del cual me sacaba todas las tardes cuando solía ir a pasear y me llevaba con él para presumir de mi pluma. Así lo pasamos muy bien durante mucho tiempo. Hasta que un día se cansó de mi y como suele suceder cuando dejas de gustar a alguien me tiró a la calle sin más.

De la calle, con mí pluma bastante ajada me recogió un mendigo con él que recorrí caminos y pueblos. El me utilizaba para recoger las monedas que le tiraban y a veces para que le hiciera algo de sombra, hasta que una mañana me olvidó en el pajar donde habíamos dormido. Estuve allí unos días al cabo de los cuales el dueño del pajar me cogió y me utilizó para un espantapájaros, me puso encima de una cabeza de paja que estaba sobre dos palos cruzados cubierto de harapos y aquí estoy en la era contemplando…

¿Que quien soy? Pues yo soy… o mejor, fui

UN SOMBRERO TIROLÉS!

¡Ah! se me olvidaba, con todos estos abatares perdí mí pluma para siempre.

Dedicado a: Fran y Tano

Profesores del telecentro Aviles I

Albert. De Llan

Relato 12

Cuando yo era pequeña apenas había coches por las carreteras, de hecho casi no había carreteras asfaltadas, la mayoría eran de tierra; nuestros padres iban al trabajo andando, en autobús o en bicicleta.
Casi todas las familias tenían una bici en casa; eran de hierro, enormes y pesaban una barbaridad, con ella aprendíamos todos los chiquillos de la casa.
Yo soy la pequeña de tres hermanos, a ellos dos ya les había enseñado mi abuelo a andar en bicicleta, ¡ ahora me tocaba a mí !
Un día después de comer me dice mi abuelo: vamos que hoy te voy a enseñar a andar en bici ; ¡ JOLIN QUE NERVIOS ! Salí de casa emocionada, subimos una pequeña cuesta y llegamos al arcén de la carretera, aquella bici era de mujer se distinguían de las de hombre porque no tenía una barra atravesada entre el manillar y el sillín y las mujeres nos podíamos subir con más facilidad; bien, llegó el momento esperado: “cógete fuerte al manillar, no mires a las ruedas, mira de frente, no mires a la carretera, dale a los pedales… ”NO TE PREOCUPES YO TE AGUANTO POR EL SILLIN
Ocho años de edad que yo tenía, veinte kilos que pesaba la bici, un manillar que me llegaba a los hombros y la promesa de mi abuelo de que no soltaría el sillín; las dos primeras vueltas me costó un poco, las dos siguientes fueron un poco mejor y poco a poco conseguí controlar aquella mole de hierro; mi abuelo viendo que empezaba a coger “soltura” me dijo : me voy para casa, vete practicando y cuando quieras volver me llamas y vengo a buscarte; allí me quedé sola, paseo parriba, paseo pabajo; en una de estas vueltas pasó un señor muy trajeado paseando por el arcén, yo iba para arriba cuando me crucé con él, para dar la vuelta yo hacía verdaderas maniobras, primero me bajaba de la bici, segundo le daba la vuelta, tercero me subía a la bici y todo esto sin sentarme en el sillín, porque apenas llegaba a él. Al volver se me embaló un poco la bici y de frente tenía al señor trajeado, yo no sabía como parar aquello y empecé a gritar "SEÑOR, HEEE, SEÑOR, APARTESE QUE VOOOOYYY" "CRASSS" ¡ vaya peñazo que me di! Aquel señor me sirvió de frenos. A mí nadie me dijo que aquellas palancas que había en el manillar eran los frenos. Alguien debió de avisar a mi abuelo, porque lo que tardó en aparecer y nada fue todo uno.

No sé lo que pasó con aquél señor, sé que estaba muy enfadado y le decía a mi abuelo que le había roto el traje y que tenía que pagárselo, supongo que lo arreglaron entre ellos , pero lo que sí se, es que aquél fue mi primer día con la bici y el último, "hasta muchos años después".

Relato 11

"Cuando yo era niño... "


... en un pequeño pueblo del occidente de Asturias, donde yo nací y pase los primeros años de mi vida, pocas cosas se pueden contar de aquellos años pues era todo muy rutinario, todos los días muy parecidos.

Recuerdo cuando aprendí a montar en bicicleta. Era una bici de mayores. La subía por la cuesta de la mano para luego bajar montado, metiendo la pierna por el medio del cuadro porque por arriba no llegaba a los pedales ni al suelo. Recuerdo que hacía mucho ejercicio, que bien me vendría ahora.

Cuando aprendí un poco íbamos los pequeños tras los mayores haciendo pruebas, poníamos piedras y marcas para hacer una pista con curvas, rampas, pasos estrechos y todo lo que se puede uno imaginar. Las pruebas en la pista cada vez se ponían mas complicadas. Primero con una mano suelta del manillar, después con las dos. Las rodillas estaban con callo permanente, no se necesitaban rodilleras. Aquello estaba mejor que el circo Argentino.

Relato 10

Yo he tenido una infancia feliz, aunque la vida me dio muchos golpes, pienso que fue injusta, como me imagino que será para mayoría de la gente, cuando tienen que enfrentarse a desgracias como la mía, pero de eso no quiero hablar, así que contaré un viaje que hice a Bali.

Este fue un viaje muy especial, nunca había soñado con ir yo a Indonesia, aunque siempre mi pensamiento estaba con la persona que me gustaría que estuviera conmigo, trataba de disimularlo delante de las personas que me acompañaron.

La cosa comenzó porque mi sobrina estaba trabajando en Bali, concretamente en Ubud, para una empresa americana, y cuando no se tienen hijos, como yo, pues siempre están sobrinas para animarte sobre todo las mías, tengo dos que son un encanto, espero que tengan suerte en la vida y salud, (lo principal).

En el viaje, fuimos mi hermana y una amiga, salimos de Madrid a las 9,30 de la mañana a Barcelona, de allí a Singapur, y a Dempasar, la capital de Bali, total que llegamos al día siguiente a las 12,30 del mediodía hora local. Nos estaba esperando mi sobrina, hacia un calor de justicia, había alquilado un coche, y nos dirigimos a Ubud que era donde ella vivía. El paisaje, la gente, era todo tan sorprendente que no daba crédito.

Llegamos a Ubud después de hacer varias paradas, por procesiones a los templos, después lo comprendí, te paran en cualquier momento por este motivo, la gente vestidos de balineses, se dirigen a los templos, con sus ofrendas, esto sucede cualquier día y a cualquier hora.

Mi sobrina nos llevo al hotel, era precioso, rodeado de vegetación, con piscina, en la cual desayunábamos todos los días unos zumos naturales increíbles, la habitación era grandísima, teníamos hasta nuestro porche donde todas las noches nos ponían el the, y nosotras hacíamos sociales, (como lo llamábamos hablando de todo lo que habíamos visto durante el día) estaba todo adornado con flores, una especie de palmeras hechas a mano con flores colocadas encina de la almohada, en el baño etc.

Empezamos a recorrer la isla, como mi sobrina trabajaba y hasta el fin fe semana no podía acompañarnos, contratábamos un chófer que era vecino, tenia un flamante todoterreno, y por el módico precio de 220.000 rupias, (22 €) lo teníamos a nuestra disposición desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la tarde.

Las excursiones fueron maravillosas, yo no sabia que aquello pudiera existir, me refiero aquellas gentes, la cultura, te transmiten paz, son agradables, pacientes, se esfuerzan en entenderte, nos aprendimos algunas palabras, como buenos días, gracias, etc, los hay que hablan algo de ingles.

Los templos son espectaculares, ellos los visitan todos los días, y ponen ofrendas que se componen de flores, frutas, las hacen de varios pisos y las llevan sobre la cabeza.

Nosotras estábamos en el centro de la isla, así que desde allí lo recorríamos todo, fuimos a Kuta, que es la zona mas turística, y donde sucedió el atentando en una discoteca, la playa es espectacular con unas olas que parecen cataratas, dicen que es el mejor sitio del mundo para practicar surf, y no me extraña, las olas parecen que explotan, pero después es como si volvieran a recuperarse, increíble. Lo que si había eran unas medidas de seguridad muy fuertes, para entrar y salir de la playa te controlaban todos los bolsos. Había varias cafeterías, con hamacas y sombrillas, desde donde se contemplaba una hermosa puesta de sol.

La ciudad de Dempasar, es mas bulliciosa, lo que más me llamó la atención fue el tráfico miles y miles de motos, todos los coches todoterremo enormes, conduciendo por la izquierda, cuando llegabas a una rotonda era un caos algo así, como “maricón el que no pase”, no respetaban nada, además en la moto llevaban todo encima, cestos, materiales de construcción, la señora los niños.

Dentro de todo este viaje maravilloso, nos sucedió un hecho increíble, resulta que mi sobrina trabajaba con una chica que estaba casada con un primo del príncipe, Bali es una república pero existe la familia real, así que éste se casaba y nos invitaron a la boda, así que nos fuimos a una “boda real”, al palacio, vestidas de indonesias total, estábamos monisimas con un sarom (pareo) y una camisa calada la cual llaman caballa, y una banda que hay que poner en la cintura, dicen que es para no tener malos pensamientos de la cintura para abajo, estos sarom y banda, lo hay que poner para entrar en todos los templos, incluidos los hombres.

Bueno tendría muchas mas cosas que contar, tendría para llenar páginas y páginas, pero llega la hora del café y a esto no se puede faltar.

Relato 09

Nací en Bodes, un pueblo perteneciente a ARRIONDAS y situado cerca del monte Sueve y del mirador del Fitu.

Mi historia tiene poco que contar. Mi niñez se resuelve en que al haber nacido en un pueblo me he dedicado exclusivamente al campo. Y el campo es duro, muy duro, con siete años ya trabajaba haciendo lo que mi corta edad me permitía. Por supuesto, ir a la escuela era algo que no todos los días te podías permitir, pues el campo siempre era el que mandaba.

Años después la vida me acercó hasta Avilés. Aunque la situación era mejor, no he dejado de trabajar duro, pero las circunstancias no eran tan malas como cuando me dedicaba a trabajar en el campo.

Ahora me encuentro que estoy jubilada, y en mis momentos libres me he dedicado al aprendizaje de este aparato llamado ordenador, que me entretiene mucho, a pesar que las dificultades de aprendizaje que me acarrea, en parte porque ya no soy jovencita y en parte porque , como ya comenté, mi educación no fue todo lo buena que hubiera deseado y me cuesta entender algunas cosas con más dificultad, pero como en todo, poco a poco y con paciencia a todo se llega. Incluso he llegado a pensar que hago milagros con la informática.

Relato 08


Nací en un pueblo pequeño de montaña. Todos los del pueblo éramos como una familia. Cuando yo tenía 3 años empezó la guerra civil. De esa guerra recuerdo que se marcharon algunos hombres del pueblo y que algunos murieron y otros volvieron mutilados. También recuerdo que un día llegaron al pueblo unos soldados árabes y se establecieron allí; algunos hacían fuego en la calle para hacer su comida, otros entraban en las casas a comer, hacían un té que lo llamábamos “té moruno”. A mí me cogían en brazos, me besaban y me daban té de su misma taza. Después de un tiempo, se marcharon todos.

En mi pueblo no había muchos recursos económicos; cada familia tenía sus vacas, sus ovejas y cabras, sus gallinas, algunas tenían también caballo o burro, sus fincas, prados, para recoger la hierba y poder alimentar a los animales en el invierno cuando la nieve cubría todo el campo y no podían salir de la cuadra, y tierras donde sembraban trigo, centeno, cebada, legumbres y patatas. Con todo esto se arreglaba la gente y nadie pasaba hambre.

Los montes eran de todos. Se utilizaban para pastar el ganado. Había muchos bosques de hayas, de robles y de acebos, se podían cortar árboles cuando algún vecino construía una casa y necesitaba madera para vigas, puertas etc. Y también servían para abastecerse de leña (era el único combustible que había).

Mi pueblo tiene una iglesia, con su párroco, y una escuela unitaria donde todos y todas aprendimos a leer, a escribir, las matemáticas básicas, geografía, historia, ciencias naturales, urbanidad, etc.

Relato Manuel - Cap. V

Capítulo V: Viaje a Guatemala

Hace años que tuve la suerte y la posibilidad de hacer un viaje a Centroamérica, concretamente a Guatemala. Como español tenia muchas ganas de conocer las tierras que en algún tiempo formaron parte del Reino de España ,1.492 a 1.898, año en que perdimos CUBA Y FILIPINAS CON AYUDA DE LOS YANKIS.

El tiempo que duro mi estancia en Guatemala fue de cinco semanas y me permitió ver y palpar la vida de los nativos que antes y ahora se dicen MAYAS y también de los mezclados con europeos y otras razas. Puedo decir que disfrute ver los monumentos que dejamos los españoles como FUERTE SAN FELIPE, ANTIGUA GUATEMALA, etc. Y los de los mayas como Quirigua, Chichicastenango, Caminaljuyu, etc. también pude disfrutar de baños en el océano Pacifico y el mar Caribe cerca de Belice.

Me di cuenta de que después de cinco siglos de convivencia y mezcla de razas y sangres, existe mucha diferencia en el nivel de vida entre unos y otros. Los españoles viven generalmente muy bien porque son los que tienen el dinero y los negocios. Conocí a varios asturianos y santanderinos que debo agradecer desde aquí la buena acogida y el buen trato que nos dispensaron a mi señora y a mi. Me dejo cierto mal sabor de boca no poder cambiar la situación de los aborígenes que al fin y al cabo deberían ser los dueños de las tierras. Tardaran siglos antes de que llegue la verdadera democracia. Hoy es una utopía que tiene mal arreglo, aunque no falta gente que pretenda acelerar las cosas de una manera, digamos dolorosa y poco ortodoxa como pasa en Cuba, Venezuela, Bolivia, etc.

Yo, por mi parte, deseo que todos los pueblos lleguemos a entendernos algún día y podamos vivir en democracia sin traumas ni guerras en las que siempre pierden los mismos, los mas desfavorecidos.

Cambiando de tema.

AVILES QUE GUAPA YES.

Por haber estado decenios fuera de aquí aunque nunca le perdí de vista observo que cada día esta mas guapina y que en los últimos años las calles y los parques han mejorado machísimo. Y no digamos de las nuevas construcciones por todos lados. TAMBIEN ha mejorado socialmente, por eso estoy haciendo esto, Lo cual agradezco de todo corazón a FRAN y TANO.


PUXA ASTURIES AMIGOS.

Relato 06


En un pueblecito de Castilla-León, cerca de Extremadura pero que pertenece a la provincia de Salamanca, nacieron mis padres. Se casaron jóvenes, pues los dos se habían quedado huérfanos a muy temprana edad.

Los primeros hijos de esta relación fueron mis dos hermanos mayores que se llevaban dos años de edad.

Durante unos meses, mi padre vino a Asturias para ver la forma de establecerse y encontrar trabajo. Cuando lo consiguió fue a buscarnos y toda la familia se trasladó a Asturias, contando mis hermanos dos y cuatro años respectivamente.

Los primeros meses, según tengo escuchado, hubo que cambiar muy a menudo de domicilio pues vivíamos en casas de alquiler. Bueno casas y un hórreo. En aquella época (eran los años 50) por Avilés y alrededores la vivienda estaba muy escasa y no había donde meterse.

El caso es que en ese hórreo nací yo. Siempre me ha parecido una cosa curiosa pues fui la primera asturiana de la familia y encima voy a nacer en un hórreo.

De lo que si tengo un gran recuerdo fue cuando volvimos a cambiar de vivienda, pero esta vez para vivir muchos años en la misma casa.

Relato 05

"Cuando yo era niño ..."

... Recuerdo que en una ocasión me compraron un abrigo nuevo, con un gran esfuerzo económico (por parte de mis padres claro) y no se me ocurrió otra cosa que ir a jugar con los demás chicos de mi pandilla por los alrededores de la Iglesia de Sta. María, la cual está circundada por una cerca de hierro. Pero faltaban algunos de los barrotes y por allí nos colábamos a jugar, con tan "buena suerte" que se me enganchó el dichoso abrigo y le hice un rasgado bastante curioso.

Lo que paso cuando llegué a casa pues ya os lo podéis figurar.

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Con trece años me puse a trabajar de camarero en el Bar Nacional de Benavente, todos los días lo primero que tenia que hacer era bajar a la bodega y subir botellas de lo que se había terminado el día anterior, pero un día encontré una botella de anís que se le había escapado cerca de la mitad del contenido, y pensé yo “ahora lo mismo me culpan a mi y ya verás”. Así que no se me ocurrió otra cosa que esconderla y todos los días cuando bajaba le iba dando un “lingotazo”. Pero un día me debí de pasar un poco y estando en la bodega aún, me empezaron a dar unos fuertes retortijones de barriga y mareos, tanto que cuando volví en mí, me estaban metiendo los dedos en la boca para que me saliera el anís.

Por supuesto los Jefes me despidieron (INCOMPRENSIBLEMENTE).

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Cuando mi familia y yo vinimos a vivir a Avilés en “el año del Señor” de 1.970 pues estábamos en un piso muy viejo, no había para más, y los cables de la luz me tenian mosqueado, estaban medio pelados y era cuando esos cables eran expirales e iban por el exterior de las paredes. Pues un dia que estaba yo “inspirado” quité los plomos, empecé a cortar todos los que estaban pelados y los hice un amasijo y los empalmé todos juntos, los encinté, los puse otra vez sujetos por la parte más alta de la pared y todo orgulloso de la obra que había realizado le digo a mi mujer "esto ya está". Así que subo la palanca de los plomos y del petardazo que soltó se pusieron las paredes negras.

Cosas que pasan…Cuando uno está inspirado. (Todo esto está basado en HECHOS REALES).

viernes, 29 de junio de 2007

Relato Fresas Candamo


Cuando éramos niños…




Cuando éramos niños, las condiciones de cultivo y recolección eran distintas a las actuales, pues todo se hacía de forma manual, se plantaba meses antes y el primer año la producción era escasa, sólo daban las llamadas “de cañón”.

La recogida llevaba más tiempo, ya que la fresa era más pequeña. Había dos variedades: la redonda, más sabrosa pero delicada y la picona. Una vez recogida se embalaba en cestas de madera o mimbre, forradas con felechu.



Había que llevarlas al punto de recogida en lo que hubiera, bien fuera en burro, en carrillo con caballo o a pie y con el cesto sobre la cabeza.
A veces se llevaban a otros pueblos donde había unos intermediarios que las revendían en Gijón.

El sitio de mayor venta en Candamo era en San Román, junto a la estación, que era donde se vendían a los tratantes que venían en el antiguo tren de madera y una vez compradas las facturaban y las llevaban en el furgón. El hecho de que se celebrara el mercado en la carretera causó problemas con Obras Públicas, pues no querían que se hiciera en este lugar, ya que, aunque había muy pocos coches, en algunas ocasiones se obstaculizaba un poco el tráfico.



Algunos productores iban a los mercados de Grado, Oviedo, Mieres, etc. en el tren del Vasco (hoy FEVE), pues preferían venderlas directamente allí. No podemos olvidar que la fresa, junto con otros productos de la huerta, era la fuente de ingreso de muchas familias.

Aunque aquellos tiempos eran difíciles y había bastantes necesidades, siempre recordaremos, con nostalgia y cariño, aquel aroma a fresa de nuestra infancia.

Relato cedido por Cris, técnica del Telecentro de Candamo,
extraído del blog
www.elcorazondecandamo.blogspot.com


Relato Manuel - Cap. II

Capítulo II: Cuando la Guerra

Dada mi temprana edad, no es mucho lo que puedo recordar; mi padre, voluntario en la guerra, mi madre, trabajando en lo que aquel pequeño pueblo se podía encontrar: segar en verano para mi abuelo y a quien le ofrecía ganarse 2 ó 3 pesetas trabajando en las laderas, hoy estériles con horario “de sol a sol” y nacidos durante la guerra otros dos hijos más, engendrados en las pocas ocasiones que permitía el frente de guerra, fuera el Norte, Centro, Levante o Cataluña donde le mandaron, integrado en una brigada de Navarra. Gracias a Dios, y a la suerte, sólo tuvo un pequeño contratiempo a la altura de Villaviciosa (Asturias) donde una bala (según él) rebotada le dejó esquirlas en salva sea la parte, sin más consecuencias.

Llegado el año 40 por su relación con sus compañeros de fatiga tuvo la oportunidad de encontrar trabajo en un pueblo del norte de la provincia donde se estaba poniendo en producción una fábrica ya instalada desde principios de siglo. Aparte allí tenía viviendo a un tío hermano de padre que quizá le diera la idea de irse allí a trabajar y sacar adelante a su prole que no dejó de crecer.

Como es sabido el norte tiene un clima bastante diferente a las tierras de secano, por lo que los inviernos eran muy crudos y el campo no era tan generoso, sobretodo teniendo que vivir con y solamente la “cartilla de racionamiento”, con la cual solo daba para comer poco y malo. Se conseguía algo más con pequeñas chapuzas o con alguna finca que sin abonos apenas y bastante esfuerzo servía para paliar la “fame” por algunos meses. Recuerdo el año en que se quitó el racionamiento del pan 1.952 del año de gracia.

No faltaba mucho para cambiar de aires, lo cual dejo para más adelante si me lo permiten.

Manolo

miércoles, 27 de junio de 2007

Relato Manuel - Cap. I

Capitulo I: prolegómenos

En un lugar de Castilla la Vieja, de cuyo lugar quiero seguir recordando, nací cuando se estaba gestando la tragedia de la Guerra Civil Española, de la cual tengo vaga memoria por no tener edad suficiente pero si de sus consecuencias y recuerdos no muy gratos, por cierto. Uno de ellos es que los niños mayores que yo bajaban por la cuesta de las eras junto a la escuela gritando: “que vienen los nacionales!!!”

Debió ser al finalizar la tragedia cuando en la plaza del pueblo, junto a la fuente central, no lejos de la casa donde dicen que nací, montado en un burro, pusieron un espantapájaros que consistía en una camisa, un pantalón y un sombrero de paja (no precisamente de Pertegaz) y a gritos de la gente mientras se prendía fuego: ¡¡AZAÑA, AZAÑA!! No voy a aclarar ahora a que bando pertenecían y a quien ensalzaban. Yo como es natural y normal para mí solamente era un espectáculo que ni sabía de que iba la cosa. Después, a lo largo de mi ya larga vida, me he ido interesando por la historia leyendo lo que unos y otros han contado al fin de comprender la época y la situación en que se encontraba España entonces.

Por mi parte, ahora mismo pienso, que no se deben dar las circunstancias para que se vuelva a repetir y ya que somos una nación de grandes valores morales, con gran peso y tradición dentro del “world”, debemos trabajar entre todos para recuperar el puesto que como tal nos pertenece, claro está, dentro de los nuevos parámetros, como europeos y cristianos.

Para este blog espero que sea aclaratorio y del agrado de la mayoría.

En siguientes capítulos contaré mis experiencias, vivencias, en mi vida y en Avilés hasta hoy.

Manolo

jueves, 21 de junio de 2007

Relato 02

“Cuando yo era niño …”

Siempre comenzaba igual sus historias cuando nos reuníamos en la mesa de la cocina al calor del brasero. Y es que mi abuelo Alonso, que falleció el verano pasado, siempre tenía a punto una historia con la que entretenernos a mi hermana y a mi, sus únicos nietos.

Algo que siempre le asombraba era la enorme cantidad y variedad de coches que hoy en día nos encontramos en cualquier lugar al que vayamos. Y un par de veces al año nos relataba como vivió la llegada de los nuevos medios de locomoción a su localidad natal, Viñuela de Sayago, población a unos 30 Km. al suroeste de Zamora.

Ante todo hay que situar la acción en la década de los años 30 del siglo pasado.

Mi abuelo tenía 8 o 9 años cuando un día, jugando en el pueblo, oyeron rumores de que alguien se acercaba en “titicleta”. Como el pueblo se encuentra en un pequeño valle, todos los niños subieron la cuesta para ver esa “titicleta” que llegaba, acompañados de algún adulto que se mostraba igual de curioso y que les informó que eso que venía realmente se llamaba bicicleta.

Y apareció. La primera bicicleta que piso el pueblo de Viñuela de Sayago pertenecía al cartero que suministraba la correspondencia a toda la zona de Sayago. Cuando la bicicleta empezó a descender hacia el pueblo, todos los niños, y algún adulto, empezaron a correr a la par. Casi se podía decir que ese día fue un día especial, casi de fiesta ante la novedad. Cuando el cartero empezó a repartir la correspondencia, todos miraban asombrados ese artilugio. Le prestaban más atención a la bicicleta que a las letras que les llegaban de amigos y familiares, algunos de ellos a miles de kilómetros de distancia. Cuando el cartero dejó el pueblo, tuvo que subir una cuesta, ayudado por toda la chavalería, y algún adulto, que iban a la par empujándole.

Pues si fue toda una novedad ver una bicicleta en el pueblo, imaginaros un auto, que era como lo llamaban. Primero empezaron a llegar noticias de que se estaba construyendo una carretera desde Zamora a Ledesma y que pasaría por el pueblo con lo que la construcción de la carretera ya fue motivo suficiente de entretenimiento para los chavales, cuando no ayudaban en casa o en las labores de siembra y recogida del cereal. Pero el día más impactante fue cuando oyeron acercarse el primer coche. Es más, lo oyeron con tanta antelación que hasta que lo divisaron pasó mucho tiempo, “por lo menos 1 hora” decía mi abuelo. Y allí estaba el primer auto que pisaría Viñuela de Sayago y que pertenecía al médico que consultaba en la zona de Sayago.

Y del mismo modo que sucediera unos años antes con la “titicleta”, todos los chavales, y algún adulto, corrieron a la par del coche mientras descendía hacia el pueblo y lo empujaban cuando se topaba con la cuesta a la hora de dejar la población. Incluso algún mozo se llevó un doble coscorrón al intentar subirse al coche en marcha, el primero propinado por el médico que conducía el auto y el segundo por el padre al enterarse de lo que había intentado hacer.

Y estas historias son parte del legado que nos dejó mi abuelo sobre su infancia y que yo ahora aprovecho para compartirlas contigo.