viernes, 13 de julio de 2007

Relato 03

Entre los recuerdos más lejanos pero entrañables de mi infancia, emerge o está anclado con apabullante nitidez uno que con bastante frecuencia se pasea por mi mente y evoca una tarde de primavera cuando yo contaba entre siete u ocho años.

Eran días lluviosos de Abril que aprovechando una esclarecida de la lluvia y por las tardes acompañaba a mi padre a buscar heno recién cortado para echarlo en las pesebreras del establo antes de que el ganado volviese del campo.

Íbamos a un prado, en las afueras del pueblo, donde cada día mi padre segaba una porción del mismo, mientras yo correteaba y disfrutaba como solo una niña que se sentía querida podía hacerlo. Aquel olor de la hierba cortada, de las tardes grises, de la voz de mi padre, del borriquillo tirando por el carro cargado con el heno, del perro saltando poniéndome la ropa perdida con sus patas mojadas. El olor a campo lleno de florecillas, el murmullo del río con abundante agua en esa época del año...…colores, olores, sonidos y sentimientos bellísimos que ahora embargan de nostalgia mi espíritu aún de niña, que resiste el paso del tiempo, ya que el tiempo no existe, lo único permanente es el espíritu.

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