... Recuerdo que en una ocasión me compraron un abrigo nuevo, con un gran esfuerzo económico (por parte de mis padres claro) y no se me ocurrió otra cosa que ir a jugar con los demás chicos de mi pandilla por los alrededores de
Lo que paso cuando llegué a casa pues ya os lo podéis figurar.
Con trece años me puse a trabajar de camarero en el Bar Nacional de Benavente, todos los días lo primero que tenia que hacer era bajar a la bodega y subir botellas de lo que se había terminado el día anterior, pero un día encontré una botella de anís que se le había escapado cerca de la mitad del contenido, y pensé yo “ahora lo mismo me culpan a mi y ya verás”. Así que no se me ocurrió otra cosa que esconderla y todos los días cuando bajaba le iba dando un “lingotazo”. Pero un día me debí de pasar un poco y estando en la bodega aún, me empezaron a dar unos fuertes retortijones de barriga y mareos, tanto que cuando volví en mí, me estaban metiendo los dedos en la boca para que me saliera el anís.
Por supuesto los Jefes me despidieron (INCOMPRENSIBLEMENTE).
Cuando mi familia y yo vinimos a vivir a Avilés en “el año del Señor” de 1.970 pues estábamos en un piso muy viejo, no había para más, y los cables de la luz me tenian mosqueado, estaban medio pelados y era cuando esos cables eran expirales e iban por el exterior de las paredes. Pues un dia que estaba yo “inspirado” quité los plomos, empecé a cortar todos los que estaban pelados y los hice un amasijo y los empalmé todos juntos, los encinté, los puse otra vez sujetos por la parte más alta de la pared y todo orgulloso de la obra que había realizado le digo a mi mujer "esto ya está". Así que subo la palanca de los plomos y del petardazo que soltó se pusieron las paredes negras.
Cosas que pasan…Cuando uno está inspirado.
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