martes, 17 de julio de 2007

Relato Manuel - Cap. III

Capítulo III

Como prolongación del relato y antes de contar las circunstancias por las que “aterrizamos” muchos de los que hoy y ayer somos y fueron (D.E.P.) vecinos de Avilés, quiero referirme a la estancia con las consiguientes vivencias en la población a que me refiero. Los que por el mismo o parecido motivo también están o estuvieron en Avilés. Me refiero a los que nos dejaron. Un recuerdo nostálgico.

Creo en el derecho y deber de hacer justicia hablando y recordando mi vida en los años que las oportunidades me llevaron allí.

Como he dicho el clima era extremo (hoy dicen que ya no tanto). Las nevadas copiosas, “de metros” y a tal punto que en ocasiones nos contrataban para expalar en el ferrocarril que por allí pasaba y pasa, pero con menos frecuencia. Dicho ferrocarril aportaba alguna ganancia para los intrépidos que sabíamos sacarle partido, bien sea ayudando con el estraperlo, carbón o viajantes que circunstancialmente caían por allí, para llevar sus muestrarios de productos.

Llegada la tardía primavera, el campo de prados y el bosque cercano explotaban con una fuerza espléndida con árboles tales como hayas, robles y algún que otro acebo, avellanos y sobre todo en las solanas rosales silvestres, andrinos y zarzas de moras. Esto también contribuía a paliar cuando estaban en sazón (otoño) las ganas de comer ya que de frutales cultivados no era pródigo.

Como ven (mejor como leen) no todo era negativo. En los ríos había abundante pesca, en particular barbos y truchas y en verano cangrejos en abundancia y calidad.

Por razones de clima y estrategia la factoría se vio en la necesidad de cambiar de lugar (corrían los años 50 del siglo XX y los empleados de la fábrica fueron desfilando para construir otra en Avilés donde sus productos y las materias primas estuvieran más asequibles por la cercanía o bien por la comunicación más fácil por tierra y mar. Los lugareños que trabajaban en dicha fábrica y tenían alguna tierra de labranza o prados con algún que otro ganado vacuno, más bien se quedaron si además eran de cierta edad. Los que se encontraban en edad relativamente jóvenes 40-50 años, sin propiedades, que solo Vivian del sueldo y con hijos sin trabajo o pequeños, no dudaron en venir Asturias dado el mejor clima y oportunidades que ofrecía. Así que la mayoría nos vinimos cargando los pocos enseres que el “capitone” de Ángel Alayo la mayoría de los empleados de la nueva fabrica en Avilés: La Maruca, Cantos y Avda. de Lugo fue donde están construidas las viviendas de alojo a los nuevos avilesinos, hoy integrados totalmente y con nutrida descendencia y a plena satisfacción de los mismos así como de los autóctonos a pesar de las pequeñas diferencias y reminiscencias que hubo al principio.

En adelante, como espectador privilegiado, contaré las dificultades, para bien o para mal, las menos, que encontramos con respecto a la gente de aquí entonces, casi anecdóticas.

Manolo

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